Andar en bici.
Andar en bici de noche.
Andar en bici escuchando música muy fuerte.
Es como si me limpiase por dentro. Me renueva el aire. Filtra todo y me deja como nuevo.
Es un poco tiro al aire andar en bici escuchando música, lo sé, pero no puedo evitarlo. Se me va todo lo malo. Además tengo un ipod pequeño que uso sólo cuando salgo en bicicleta, con una lista de temas especialmente elegidos para pedalear. No se me ocurre una mejor manera de viajar que esa, porque además de llegar rápido a todos lados, llego feliz, optimista, chocho de la vida.
Hasta tengo una campanita para hacer guiños que hago sonar.
No me da miedo andar entre los autos.
Debe ser porque ando en bici de un lado a otro desde que soy chico.
Mi mamá salía en bici a todos lados y yo la acompañaba con la mía. Iba atrás. La tenía que seguir de cerca, esa era la consigna. Casi lo único que miraba era la rueda de atrás de su bicicleta. Ahora tengo la edad que ella tenía cuando yo, a los 10 años, la seguía pedaleando a todas partes. Tengo que decir que ella era bastante intrépida y me llevaba por avenidas, a cualquier hora, rapidísimo. Lo curioso es que ahora, si le digo que ando en bici de noche, me reta. ¡Madres!
Supongo que también ando tranquilo por la calle por dos razones. Son mis dos máximas del bicicletero.
Una. Nadie quiere atropellar a Willito (así me lo digo a mí mismo). Me refiero a que nadie quiere atropellar a nadie, no sólo a mí. No hay que ser paranoico. Hay que estar atento para no chocar a los demás, pero nunca andar preocupado de no ser chocado, porque el miedo siempre echa a perder las cosas y provoca accidentes.
Y la otra es que la bici es un vehículo más. No tengo que pedir permiso para ocupar el lugar que ocupo. Tengo los mismos derechos que los autos. Es más: la gente que maneja autos me debería agradecer que salgo en bici y no atasco el tránsito. Mi bicicleta no hace un ruido espantoso, no tiene bocina ni caño de escape. Soy casi un héroe por elegir viajar en bicicleta (!).
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