En general las frases hechas, o cualquier tipo de pequeño relato con moraleja, me resultan cursis o vacios. Excepto claro, esos que por algún motivo me tocan de cerca. Es muy poco frecuente; pero cuando sucede, es muy especial (iba a poner mágico, pero me arrepentí).
Porque lo primero que se siente es esa certeza de que uno está en el lugar indicado en el momento justo. Y los factores que intervienen son tantos, y aparentemente tan aleatorios, que la única palabra posible para describir ese fenómeno es vértigo.
Cuando cae una ficha (porque aunque busque otra, esa es la metáfora perfecta), y esa ficha se acomoda en el lugar que había estado siempre ahí, vacante, ya no hay manera de hacerse el boludo. Lo más perturbador no es ser testigo (con el cuerpo, muchas veces con el estómago) de cómo esta ficha encaja justo en su lugar; sino que las más de las veces uno se entera en ese mismo momento de que existía ese espacio vacio; que ahí había estado siempre; que tal vez no hay forma de adivinar su existencia hasta que no te cae-la-ficha.
En una de esas de eso se trata hacer terápia (al menos para mi). Conseguir herramientas para poder dibujar un mapa de mis baches. De los que ya están ocupados y de los que no. Una forma de calmar la ansiedad. De auyentar el fantasma más aplastante (el que usa una remera con una estampa que dice: lo siento, ya es demasiado tarde).
Así que ahí estaba yo. Con una amiga. Creo que en este momento mi mejor amiga. Tomando algo. Ella empezando una relación. Mucho vértigo. Mucho estómago. Nada de alcohol (ella). Hablamos... autorreferencio todo lo que me dice. Y hago memoria. Y tomo distancia. Y me doy cuenta (no sé si esto lo digo o lo pienso) de que casi siempre que estuve en su lugar, me escapé. tengo todo un prontuario de huídas (muchas lamentables, todas cobardes). La excusa (neurótica) siempre era la misma. Tener que *cuidar* a la otra persona. De mi. De toda mi neurosis. De todos mis fantasmas. De todos mis miedos. De toda mi historia. De toda esa necesidad infantil de escaparme. Así que me escapaba. Y bueno, así funciona la neurósis, no la inventé yo.
Y ella está justo en ese momento. Cuando no podés con vos mismo. Y te sentís como ese huerfanito que busca que lo quieran pero desconfía de todos. Y necesitás vomitarle al otro todo lo que sos. Para que se asuste y te deje; si total estás acostumbrado a estar solo; pero desesperado por que se quede y te sonría y le de ternura.
Y parece que algo de eso pasó. Y ella le habló de su historia. Y él le dijo esto (así me lo contó ella):
Lo que te voy a decir es muy animal planet. Parece que hay una especie de ave, en algún continete de esos perdidos, que crece siempre en un mismo lugar, pero que en determinado momento, migra. Siempre al mismo lugar. Pero nunca vuelven al lugar del que habían partido. ¿Cómo saben entonces que tienen que migrar a ese lugar? Tal vez no lo saben. Tal vez sólo saben que tienen que migrar.