Saturday, November 19, 2005

omni

Tengo que admitir que mi jefa puede ser encantadora (aunque nos haya obligado a todos a escuchar Kraftwerk a las nueve de la mañana, repetidas veces), si le advierte a todos que mi discurso está lleno de pequeñas catársis domésticas, si entiende que mi compromiso con lo insignificante es auténtico y tiene carácter acumulativo, y si es la cómplice perfecta para detenerlo todo porque si nos acordamos de Voyagers! no se puede seguir hasta que aparezca la foto perfecta. Que apareció, finalmente, en churrascospuntonet. Epa. Pero yo no recordaba la serie por eso. De hecho no recuerdo más que un momento, tontísimo, en el que ellos dos encuentran a un Thomasalbaedison alteradísimo que había desarmado el reloj mágico pieza por pieza tratando de entender cómo hacer que su lamparita funcione. La cara de los tres. No tiene explicación (¿Por qué recuerdo eso, tan vívido, tan al alcance de la mano?) Me divierte mucho esa categoría de recuedos ¿idiotas? ¿televisivos? porque son automáticos y siempre los mismos. Como si hubiese abrochado en cada legajo mental una imágen en la portada (encuentro terriblemente poéticos los ficheros y archivos, y no es materia de debate). Entonces MacGyver se está tirando siempre por el mismo médano sentado en el mapa; estoy en el imperio de la pizza, con mi mamá, que me había llevado a pasar un día con ella en su trabajo, un mediodía comiendo siempre la pizza más rica del mundo; o la cámara alejándose de los Thundercats que se ríen en ronda después de un comentario de Snarf. No importa en realidad la naturaleza del fenómeno, para todos una carpeta con una imagen en la portada. Y me pregunto si es algo que sucede sin que me entere, si sucede in situ (ahora mismo me gustaría abrochar esto, mi gata en el balcón con las manitos para adentro los ojos entrecerrados con esta canción de Weezer en bermudas sin remera) o si sucede después. Como sea, mi abrochadora mental debe saber lo que hace, aunque yo no pueda hacer nada al respecto. Además sería una responsabilidad enorme, y viviría angustiado, y trataría de abrocharlo todo, y después clasificarlo, y me convertiría en un burócrata de los recuerdos. Inmediatamente inventaría la categoría "primera vez", porque es fácil (uno siempre sabe cuando es la primera vez de algo, y las primeras veces son infinitas y amistosas); pero después sentiría la necesidad de inventar la otra, la peor de todas, la de la "última vez", la más perversa (y viviría haciéndome esa pregunta "¿es esta la última vez que...?", y tendría miedo todo el tiempo, y no sabría por dónde empezar a abrochar, y no tendría fuerza para eso).

Ahora me acuerdo de ese episodio de Seinfield (brillante), en el que Elaine consigue lo que parecen ser las últimas cajas de las pastillas anticonceptivas que ella usa, y llega a la conclusión de que entonces le quedan una cantidad finita de polvos, como cartuchos en una pistola, y va a tener que organizarlos. Básicamente el infierno de las últimas veces. Pero Elaine es tan linda cuando baila (sí, tengo abrochado eso en la carpeta Seinfield. Sí, tengo una carpeta Seinfield. Cuando ella se queda encerrada en su departamento y Kramer le pasa fetas de comida por debajo de la puerta y ella tiene la radio prendida y se pone a bailar).

Pero lo que originó este post (un verdadero escapismo, en este blogabrochadero) es la frase que yo elegiría si pudiese recortarla y pegarla en la carpeta de "tres años de terapia con Myriam, mi primera sicóloga" (sé que lleva una "y" en el nombre, pero nunca sé dónde). Yo debía tener 19 años, y después de una sesión x, me disparó: "vos tenés que ser más puto" (y bueno, por hoy dejamos acá).

So... un nuevo superchurrasco para la galería (gomería), porque se murió de la manera más tonta, y apareció de casualidad, y porque a veces hay que saber limitarse a entender las cosas literalmente. Jon-Erik Hexum.



Green light, kid: We did it!