Friday, December 30, 2005
paseo
Hojenado la última Neo2, encontré no sólo lo que podría ser el mejor autorretrato que ví alguna vez jamás, sino una de las imágenes más inquietantes en mucho tiempo. La foto es de Rankin.
Traté de explicar esto varias veces, pero básicamente contar un sueño es engorroso, porque si hay categorías de experiencias intransferibles, esta es de las que no hay con qué (y además escuchar relatos de sueños ajenos puede ser un fastidio, tal vez por la misma razón). Pero este sueño fue distinto a todos los otros. Y fué hace mucho. Y no tenía imágenes, o yo no las recuerdo. Pero en los sueños nunca hace falta la escena cero, porque desde el principio entendés qué está pasando. Y lo recuerdo perfecto. Yo estaba teniendo sexo conmigo mismo. Pero no con alguien que se parecía mucho a mí, de hecho yo soñaba que tenía los ojos cerrados. Yo sencillamente sabía que era yo, porque en el sueño era las dos conciencias al mismo tiempo. Era sensible en dos cuerpos a la vez. Era sentir que tocaba y que era tocado al mismo tiempo. Y tal vez no es más que la más grotesca de las fantasías masturbatorias, pero tan imposible o impensable, y tan total, y tan realmente así, y tan juraría que por un momento podía sentir dos cuerpos a la vez, de verdad, y solamente eso, que sigue siendo una de las experiencias más fabulosas de mi vida, aunque no encuentre una categoría posible donde acomodarla, o probablemente por eso.
Tendrían que existir, así como hay paseadores de perros, paseadores de Converse. Que dejen cartelitos en los postes de luz: Rodrigo (por poner un nombre), paseador de zapatillas, calzo 41. Y lo llamás y pasa por tu casa y se pone tus Converse nuevas blancas (odiosamente blancas), y sale a pasear, se tira a leer en la plaza, juega un fulbito, pasea su perro, y cuando te las devuelve y evaluás que hizo su trabajo, le pagás, y salís a la calle con tus zapatillas perfectas. Eso pensaba hoy.