Se lo cuento a todos los que están por ahí, porque soy un fastidio. Así que también los voy a escribir acá. El sueño que tuve, o lo que queda de él. Es que justo cuando mi sicólogo se toma vacaciones tengo el sueño que uno sueña tener para contarle a su sicólogo. Era algo así Augusto: Era medianoche, y estaba con mi viejo, los dos solos, y algún tipo de dispositivo o aparato le corta la cabeza, a mi viejo, se la separa del cuerpo, pero eso de ninguna forma significaba que ahora estaba muerto, nada de eso, yo me llevo la cabeza a mi casa a esperar que me traigan el resto del cuerpo, y se hacen eso de las ocho de la mañana, y efectivamente llega el cuerpo, no sé quién lo trae, alguien, y como no es hasta el mediodía que voy a poder llevar todo a algún lugar para que unan lo que se había separado, acomodo la cabeza junto al cuerpo, todo en el piso, pongo la cabeza ahí donde tenía que ir, y cuando cabeza y cuerpo están juntos, en contacto, lógicamente, mi viejo se despierta, y empieza a hablar, y le explico que lo mejor es que no lo intente, porque cualquier movimiento puede cortar o interrumpir es contacto que lo despertó, y estoy contento de poder cuidar a mi viejo, muy satisfecho de mí mismo (!), y como falta bastante para el mediodía, pongo un almohadón en el pecho de mi viejo, y apoyo un album de fotos para ir hojeando, para entretenerlo, fotos de cuando mi hermana y yo eramos chicos, y mi viejo sonrie, y está como enternecido de ver esas fotos, y entonces caigo en la cuenta de que para coser la cabeza en el cuerpo de nuevo, los médicos, o quien sea, van a tener que anestesiarlo, pero su corazón ya no funciona, la sangre ya no circula, y esa inyección no va a servir de nada, y ahora es una pesadilla, y nunca tendría que habérmelo llevado a mi casa, tendría que haber hecho algo inmediatamente, ahora no hay con qué, yo lo había matado, y me desperté.
Cuando era chico, y a mi hermana le daban para leer libros en el colegio, se los tenía que leer yo, porque si no no los entendía. En voz alta, y tenía que hacer las voces de los personajes. Las De Barranco fue grandioso. Pero una vez era una antología de cuentos fantásticos argentinos, y había uno que se llamaba La Muerte Del Perrito, una página y medio. Hermosísimo. Y era así, unos nenes jugaban en el jadín, y el perrito se asoma por entre las rejas, y pasa un auto y le corta la cabeza, y los nenes se la vuelven a poner, y el perrito se levanta, da unos pasos hasta el nene que era su dueño, le lame la mano y cae. Y mi hermana se reía de mí porque yo no podía parar de llorar.
Y enero en Buenos Aires podría haber sido tan distinto si en vez de invertir tanto tiempo y energía en pensar excusas para explicar por qué no hago todo lo que tendría que estar haciendo, efectivamente hiciese algo de todo eso. Aunque lo de aceptar la idea de una huelga silenciosa por la nostalgia de unas vacaciones que necesito y no me puedo tomar en verano, bien podría tener sentido. Así que con L decidimos postergar las vacas hasta abril, y él propuso ir a Brasil, y a mí me parece ok, porque nunca fui a Brasil, y en mi imaginario todo Brasil se reduce a un pan de azucar, una garota de ipanema, una favela, una playa, lo *exótico*, y una caipirinha.
Pero mientras vamos mucho al cine con Gus (un verdadero totoro de Miyazaki), y celebramos ver a Carrie (Sarita), en una peli muy mala muy linda, y vamos al Malba a ver Rohmer un montón (hay que ir sólo porque alguien alguna vez dijo que ver una película de Rohmer es como ver crecer una planta, y porque Delphine de El Rayo Verde es la síntesis perfecta de todas mis amigas juntas), y también vamos al teatro y vimos Rancho ayer, en el camarín, y L y Gus creen que a la obra le falta desarrollo pero yo creo que no, porque para mí es hermosa así como es, y estoy profundamente convencido de que la belleza es autoportante, y no necesita nada para justificarse a sí misma más que ser bella, y eso es Rancho.