Ayer fui a ver Lúcido, de Spregelburd.
Hacía tiempo que no salía del teatro tan ensimismado y conmovido.
Es una sensación que disfruto mucho. Sentir que estoy casi a punto de abarcar algo con el pensamiento, y que se despliegue al mismo tiempo en otras direcciones, en muchas. Todo eso con personajes, situaciones y palabras que se llevarían muy bien con mi desayuno de mates y pan con manteca.
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