Tuesday, September 27, 2005

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No es que esté todo mal. L. está sencillamente sujeto a un proceso minucioso de observación y posterior diagnóstico. Así se lo dije, y así será. Si todo esto empezó el sábado pasado o hace tres años, es un detalle en el que prefiero no detenerme. Pero de vuelta, no está todo mal. Es básicamente lo de siempre. Rescato sí un momento, que aunque se supone áspero y peligroso, yo de verdad disfruto (ahora se me ocurre "perversamente", pero eso sería muy desubicado). Ese momento en el que se hace necesario "hablar" de lo que pasa (o se me hace necesario, de vuelta, un detalle menor). Muy pocas veces mi discurso alcanza niveles tan altos de precisión y compromiso como en esos momentos. Es como si hubiese nacido para eso. Y lo mejor es que invariablemente termino siempre reconciliado conmigo, incluso con toda mi neurosis, que lamentablemente no puedo dejar de encontrar entrañable (y casi pintoresca). El gran hallazgo esta vez fue la aparición (mágicamente fortuita) de una metáfora que lo decía todo (o me decía todo): la identificación en mí de territorios de inseguridad (creo haber dicho inmadurez, pero este es mi blop, y puedo tomarme todas las licencias que quiera). El paisaje era de pronto muy claro, muy inofensivo. Existen en mí territorios de inseguridad muy definidos, con límites casi tangibles. Porque... todo no se puede. El recorrido que ha sido mi vida hasta el momento me obligó a tener que atrincherarme en determinados territorios, que felizmente (tercamente) pude construir, creo, muy sólidos. Son los que me hacen "una gran persona". Pero están los otros, claramente pantanosos, que me hacen alguien encantador (o insoportable...). Son como arenas movedizas, y por definición, una vez que ese es el paisaje, me hundo. Y es un proceso que me lastima. Y no puedo ir más que hasta el fondo (como diría Pizarnik). Cuando confiás en alguien le dás ese privilegio: esa persona puede deliberadamente empujarte a tus pantanos. Ese es el riesgo. Supongo que por eso, la confianza es la mayor de todas las entregas. No hay nada tan absolutamente valioso como la confianza. Por eso se me hace tan necesario llevar siempre conmigo un mapa lo más actualizado posible de mis territorios emocionales (neuróticos). Porque si tomo por el camino equivocado, me hundo. El problema es que aunque tenga un registro bastante detallado de la geografía de mi neurosis, es casi imposible hacer pronósticos. Sería genial poder sintonizar un weatherchannel emocional, con un locutor que te advierta que se acerca el huracán, con imágenes satelitales y todo (y con toda una iconografía diseñada por mi).
Le dije a L que tengo la solución perfecta para todos mis males: cuando no está conmigo, tiene que perder por entero su sexualidad, como una plantita, sensible sólo a fenómenos inofensivos, aint that be great?! La neurosis en su punto más alto, y L me mira (o se rie, whatever). Pero en serio, no sería grandioso que su sexualidad se activase mediante un interruptor sólo conocido por mi?
Todo este delirio se explica de la siguiente forma: todo (todo) lo que me pasa, yo lo proyecto en L. O sea, si voy caminando por la calle, y me cruzo con algún muchachete y pienso "te parto", una porción de mi cerebro está anotando que L, en ese preciso instante, se cruzó con un muchachete y le miró el orto (perdón). ¿Es tan desacabellado? A mi me parece lógico. Y me atormenta. Y también me doy mucha ternura. Porque básicamente me empujo yo solito a mis pantanos. Y la más sólida de mis construcciones es el trampolín que inventé para eso. Y soy un clavadista profesional, con un dominio de la técnica sublime.