Tuesday, July 22, 2008

palmeras

Bajé a los chinos a comprar pan.
Aproveché para comprar calditos y leí que venían con una receta en la caja. Sopa Paisana.
Leí los ingredientes y eran los que ya tenía. Casi. Compré zanahorias y le pedí a la verdulera unas ramas de apio.
Hoy tengo una noche para estar en casa solo, así que me organizo para aprovechar el tiempo y hacer todas cosas que me gusten. Cocinar, escuchar música, tomar algo rico, escribir esto. Estar en casa. Voy a preparar cookies de avena y una sopa paisana. Me entusiasmo porque si hay algo que me gusta más que cocinar, es cocinar siguiendo una receta que nunca preparé antes. Paso a paso. Cortando todo primero y separando, para después poder hacer todo de un tirón. Revolver, sacar la cuchara de madera, soplar y probar. Cuando era chico, la cocina era mi jurisdicción. Mamá trabajaba y mi hermana supongo que prefería hacer otras cosas. Yo aprovechaba para probar las cosas que veía en la tele. Anotaba todas las recetas que me gustaban. Me gustaba anotar las recetas porque me gustaba verlas anotadas. Hacía flechas y dibujitos y abreviaba. Había que ser rápido y estar atento. No había internet. No se podía googlear después. Era ir anotando y al final completar con las cantidades. La queríamos mucho a Alicia Berger, ponele, porque contaba historias y armaba puestas en escena. Era bien ñoña. Pasaba fotos de sus viajes. A Marta Ballina la queríamos también, pero menos. Hacía siempre lo mismo. Era bastante hipnótico verla jugar con el mazapán, pero tengo la sospecha de que nadie jamás hizo un solo muñequito. Era imposible. Ella también era ñoña. Supongo que si me gusta cocinar es porque podía ver en la tele esa pequeña y ordenada ceremonia. Todos los ingredientes en pequeños bowls separados. Eso. Los colores de las cosas. Juanita. El paso a paso.

Hace poco alguien me preguntó por qué no me había decidido por la cocina, como oficio. Creo que la respuesta correcta sería que una de las cosas que más disfruto de cocinar es que sucede necesariamente en mi tiempo ocioso, y me interesa que siempre sea así. Un recreo.
Las cosas pierden magia cuando se convierten en trabajo, o al menos es algo que siempre me cuesta manejar. Cocinar es estar en casa y que no exista mucho más que eso. No podría poner en riesgo ese espacio. De la misma forma que jamás podría dedicarme a la medicina, porque no me interesa saber cómo es mi cuerpo por dentro, o el de los demás. No quiero saberlo. O mejor: no quiero verlo. Prefiero imaginar mil cosas, pero no ver nada. La idea de que alguna vez tengan que operarme y alguien pueda ver partes de mi cuerpo que yo jamás voy a ver, me pone la piel de gallina. Me gusta mi trabajo porque puedo imaginar las cosas, y no verlas como realmente son. Las puedo inventar como a mí más me gusta. Voy y vengo de la cocina. Subo el volumen en las partes de bailar. Uso una canela que mi viejo me trajo de Francia. A mi hermana le trae perfumes de sus viajes, y a mí especias para cocinar. Nada mal. Me trajo unas hierbas de la Provenza que no pueden más. "Herbes de Provence" dice la bolsa. Acercarse para oler es la felicidad misma.
!

Tina me acaba de mandar un mensaje que dice: Están dando una entrevista genial con Manuel Puig en canal Encuentro (canal 6).
Qué más.

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